Opiniones
“Del joven Villa-Rojo –que recibió los aplausos personalmente por encontrarse en la sala- se incluía la primera audición de sus “Cuatro movimiento”, que son su Op. 3, obra, por tanto, reveladora de una bien aprendida técnica de buen tratado instrumental, quizá un tanto densa en sus tiempos extremos, con honda ternura en su “andante” y que merece los más sinceros votos de ánimo para ahondar en un camino valientemente iniciado en derroteros en los que no cabe disfraz alguno”.
Antonio Iglesias, Informaciones.
Madrid, 14 de febrero de 1969.-
“Jesús Villa-Rojo, que a sus poco más de treinta años luce un palmeres de premios y distinciones envidiable, es el autor de Formas y fases, obra de encargo en la Semana. (...) Si la grafía empleada por Villa-Rojo es distinta, lo que más resalta en Formas y fases, lo que nos mantiene curiosos e interesados es la inesperada gama de sonidos, el color variadísimo, muy lejos de la normalidad clásica del clarinete, con timbres que a veces podría hacernos pensar en resonancias electrónicas. Hay períodos de vertiginosidad en la región aguda-así en los finales— y la vitalidad en todo es evidente y plausible, como la magnífica demostración instrumental del autor, desde el ataque grave, duro, penetrante, hasta el simple efecto de expansión de aire a través del clarinete”.
Antonio Fernández-Cid, ABC.
Madrid, 9 de febrero de 1972.-
“…corrió a cargo del clarinetista y compositor Jesús Villa-Rojo, solista que, ha llevado a cabo una extraordinaria labor en el extranjero y cuya presentación en Barcelona tuvo lugar durante la celebración de la III Semana de Nueva Música con el grupo Forum Players de Roma.
Villa-Rojo presentó dos programas dedicados a obras para clarinete sólo y también partituras donde la cinta magnética tiene una importante función, manifestándose una vez más como un compositor excelente y como uno de los mejores instrumentistas al servicio, de la música actual. Sin embargo, el referido solista no se limitó en realizar una excepcional exhibición de las infinitas posibilidades del clarinete mediante el profundo estudio de ampliación de procedimientos que ha realizado, sino qué además incluyó obras de acción instrumental a partir de las célebres “Tres piezas para clarinete solo” de Igor Stravinsky, siguiendo con una deliciosa «Sonata» perteneciente a la primera época de Gage, con un poético y sugestivo «Madrigal 1» de Pousseur, y con «Tres piezas para clarinete solo» del autor de estas líneas cuyos múltiples problemas técnicos y rítmicos fueron resueltos con gran soltura y maestría. Sin olvidar «Charme» de Gerard Grisey y «Redintegrazione» de Giancarlo Schiaffini (ésta última de extraordinario interés), el principal atractivo del primer programa fue la audición de, «4 + ...» del propio Villa-Rojo, obra que con la ayuda de la cinta nos propone un, universo nuevo en cuanto a tímbrica, sonidos y ruidos producidos por el clarinete. Su estructura es tan sólida como perfecta.
Evidentemente Jesús Villa-Rojo, además de ser un gran profesional tiene la cualidad de vivir intensamente la problemática de la música actual y a través de su capacidad y espíritu de investigación viene realizando un profundo estudio acerca del instrumento, el cual podría ser de gran utilidad a los compositores de la actual generación. Nos referimos a su libro que está punto de ser editado”.
Joan Guinjoán, Diario de Barcelona.
Barcelona, 10 de junio de 1973.-
“Ayer, en los “Lunes de Radio Nacional” y bajo el título de “El nuevo clarinete” escuchamos un recital de música española actual a cargo de Jesús Villa-Rojo. Otras veces he comentado la importancia de la figura de este músico, realmente interesante por su significado dentro del panorama contemporáneo. Jesús Villa-Rojo no se ha limitado a ser un fenomenal clarinetista y a investigar todas las posibilidades de ese instrumento, insospechadas hasta hace pocos años. Además, ha codificado y ordenado esos descubrimientos en un tratado que resulta un modelo en su género. Villa-Rojo es uno de esos instrumentistas-compositores que parecen sacudir con su presencia el árbol de la música, para lograr nuevos, abundante y maduros frutos. El único peligro de Villa-Rojo como intérprete está precisamente en su gran fantasía y en el despliegue que realiza de sonidos variadísimos. Una obra de otro compositor puede resultar excesivamente “villarrojeada” si no está “muy escrita”.
Carlos Gómez Amat, SER.
Madrid, 29 de marzo de 1977.-
“... y finalmente una pieza de Jesús Villa-Rojo máximamente especulativa de la tímbrica del clarinete hasta extremos de singularidad y originalidad realmente insuperables. Su obra escapa al concepto musical para convertirse en un fenómeno acústico curiosísimo”.
Xavier Montsalvatge, La Vanguardia.
Barcelona, 12 de febrero de 1978.-
“La concesión del premio “Koussewitzki” a Jesús Villa-Rojo no ha sorprendido a aquellos que, desde hace tiempo, seguimos la trayectoria del compositor. La principal virtud de Villa- Rojo es la lucidez en un momento en el cual el saber exactamente qué es lo que se quiere conseguir no es excesivamente corriente en el mundo de la composición contemporánea. Su profundo estudio de las formas clásicas y de las técnicas instrumentales —no sólo del clarinete, sino también del violín y del piano—, así como sus experiencias interpretativas en Italia le han permitido sedimentar una personalidad musical definida: es relativamente sencillo seguir su desarrollo desde hace diez años y observar así la maduración de algunos aspectos y la relegación de otros; consecuencia inmediata de este proceso es la reconocibilidad de su música para un oyente experimentado, lo cual no resulta fácil en una época en la cual el mimetismo y el uso de tópicos es tan cotidiano que ya no sorprende. Villa-Rojo es un compositor profundamente preocupado por el material y por las formas de utilización de ese material, especialmente en lo que se refiere a las variantes en los ataques instrumentales y a tas posibilidades que éstos prestan -lo que Marco, con singular fortuna, denomina ampliación instrumental—. Conjuntamente a esa utilización renovadora del Instrumental —y, por ello, la obtención de sonoridades inéditas—. Villa- Rojo se nos revela respetuoso en grado sumo de la forma —«forma» en este texto significa lo que significa en cualquier tratado—, utilizándola como soporte estructural que asegure la coherencia interna de una obra que va a aparecer inédita en su resultado sonoro. Desde esta perspectiva es analizable Formas y fases, la partitura ganadora del «Koussewitzki». Sin embargo, Nosotros es una obra que escapa un tanto a este formalismo relativamente academicista; nos sorprende, en primer lugar, la claridad de la escritura —notable incluso en un músico prestigiado por sus aportaciones a la grafía—, e inmediatamente por la sencillez directa de la obra, que es, ante todo, un festival de sonido en el que la tímbrica adquiere tal personalidad que permite una elasticidad estructural relativa, sin que la obra decaiga en ningún momento en interés. En Nosotros —escrita para clarinete violín, vibráfono y piano— nos atrae un suave sentido humorístico —casi francés— de desenfado y de «creación de ambiente». Quizás el título remita un poco a esto, a una serena y ligeramente cómica reflexión sobre una trayectoria compositiva. Recientemente, en una interpretación para escolares, hubo ocasión de apreciar hasta qué grado se dejaban llevar por la música y se introducían en ella, comprendiendo lo que de divertida tiene esta obra, que resulta, dentro del catálogo de Villa-Rojo, una travesura musical”.
Xoán M. Carreira, Ritmo.
Madrid, mayo de 1979.-
PREMIO “KOUSSEWITZKI”, GANADO POR PRIMERA VEZ POR UN COMPOSITOR ESPAÑOL, JESÚS VILLAROJO
Hubo, desde el primer momento, una partitura favorita: Formas y Fases, de Jesús Villa-Rojo. El autor, que se tomó la molestia de remitirme a Salzburg la edición, realizada por EMEC, de los pentagramas, era desconocido para todos los jurados, exceptuados Halbreich y yo (que había propuesto la pieza a la Fundación Koussewitzki); pero la audición de la excitante versión de Ros-Marbá, escuchada en torno a la partitura, culminó con un referendo positivo de todos los presentes; tras esa audición, realizada en la mañana del cuarto día de reunión, tuve la secreta convicción de que el Koussewitzki, por primera vez en sus casi veinticinco años de existencia, iba a venir a España.
De todo hubo en el resto de la lista. Escuchamos los jurados una “castaña” descomunal (por dimensión y duración), el Concierto del búlgaro Kyurkchyski, dirigido por un ser apellidado Manolov. (Debí haber esperado lo peor con esas referencias…); nos divertimos mucho con los Fuegos Artificiales, de Howarth, narrados por la esposa de Sir Georg Solti, Valerie; atendimos también con partituras, a las dos obras de Fortner, del que Ingo Harden dijo al acabar la audición: “Bien, hemos oído a “mezzo”-Fortner”, para añadir: “Este hombre ha escrito música de vanguardia porque vive en los años setenta; de no ser por eso, compondría como Reger”.
“Bonito” fue el calificativo general para el Concertino de Larsson, y “Buen comienzo, pero el resto…”, fue la frase más oída acerca del Concierto para oboe de John Corigliano. Rivales más a tener en cuenta respecto de Villa-Rojo fueron el británico Birtwistle, con su fascinante pieza para metales, Grimethorpe Aria, y el ya anciano Roger Sessions con su cantata When Lilacs last in the Dooryard Bloom´d, postulada por Leonard Marcus y gloriosamente interpretada por Ozawa, aunque la página, bastante larga (unos cincuenta minutos), resulta reiterativa en ciertos momentos.
A primera hora de la tarde, tras un diálogo corto, que consolidó la fuerza de la candidatura de Villa-Rojo, se procedió a votar, Formas y Fases resultaba ganadora del Koussewitzki por siete votos, con uno (¿de Marcus?) para la cantata de Sessions. De inmediato llamé a España, y la Dirección de RITMO conseguía localizar esa misma tarde a Villa-Rojo, al que se invitaba a recoger el diploma en la ceremonia final, a celebrar el 31 de agosto, en el Alt Salzburger.
La mañana de ese día recibí un telegrama del propio Villa-Rojo: la huelga de los controladores aéreos franceses, que se había reanudado pocas horas antes, le impedía llegar a Salzburg. Fui yo, por tanto, quien, como presidente del Jurado, recogí su diploma.
El KIRA 78 clausuraba así su andadura. La sede para el 79 está ya fijada: Gstaad, en Suiza.
José L. Pérez de Arteaga, Ritmo.
Madrid, enero-febrero de 1979.-
“Un estreno de Villa-Rojo (Brihuega, 1940) es siempre esperado con interés. Su recia personalidad, bien contrastada’ dentro y fuera de España, ofrece facetas en los más diversos campos de nuestro arte: como intérprete, se le puede considerar uno de los mejores clarinetistas del mundo; como organizador, a él se debe la existencia del Laboratorio de Interpretación Musical, cuyos conciertos nos mantienen informados de la evolución actual del arte sonoro; también es muy notable su aportación como teorizante. Todo ello se plasma y cobra vida propia en su abundante labor de creación, que cuenta ya, a sus cuarenta años, con un extenso catálogo. A él se añade ahora «Rupturas», notable partitura de un cuarto de hora de duración, construida con rigor —en oposición a otras suyas orientadas a lo aleatorio— y que, superpone dos grandes bloques instrumentales: el de la cuerda, que proporciona, muchas veces tocando en «divisi», un fondo gris variable, sobre el que los instrumentos de viento van dibujando diseños constantemente diferenciados por sus estructuras y por la ordenación de los timbres que concurren-a ellas, con valor sustancial. Es obra de gran dificultad, tanto para la ejecución, limpiamente llevada por García Asensio, como para la audición, que se-encuentra ante un juego abstracto de puras formas, un poco al modo barroco, con escaso halago a la expresividad sentimental”.
Fernando Ruiz Coca, YA.
Madrid, 18 de enero de 1980.-
“Jesús Villa-Rojo es, sin duda, uno de nuestros músicos más inquietos, más trabajadores y con más constante calidad en campos diversos. Compositor, clarinetista de renombre universal, profesor del Conservatorio madrileño, autor de obras para y sobre las posibilidades de su instrumento, todavía tiene tiempo de ser fundador director y decisivo impulsor de las interesantísimas actividades del Laboratorio de Interpretación Musical. A su no corto catálogo de obras estrenadas viene ahora a unirse el encargo que para sus conciertos de esta temporada le había hecho la Nacional.
Antilogía, o construcción de expresiones, por emplear frase del mismo autor, es página para gran orquesta, de unos doce minutos de duración, articulada en tres secciones, que se ofrecen sin solución de continuidad entre las dos primeras y con una amplia pausa entre la segunda y la tercera, y que incorpora paulatinamente a material sonoro sólo de altura indeterminada; otro de frecuencia nítidamente establecida, que tendrá presencia exclusiva en la última sección. Con ocasión de otro estreno de Villa-Rojo he escrito hace algún tiempo que el proceso de ideación compositiva se produce en él, de cierta manera, more geométrico. Pues bien; sin que la atención a lo estructural desaparezca, ni mucho menos —y ahí está la claridad espacial y temporal con que se va produciendo aquella progresiva incorporación de elementos-, se advierte en Antilogía una preocupación mucho más acentuada todavía que la ya observada en otros de los recientes títulos de Villa-Rojo por enriquecer sus cursos con lo imaginativo. La variedad tímbrica, la combinatoria rítmica y de la verticalidad, el jugoso desfile de aconteceres dinámico-expresivos que se hacen coincidir con el avance de lo indeterminado a lo frecuencialmente exacto lo muestra. Con lo que, en mi opinión, consigue conformar Villa-Rojo una de sus mejores y más atractivas obras”.
Leopoldo Hontañón, ABC.
Madrid, 29 de marzo de 1981.-
“El estudio teórico y de nuevos planteamientos compositivos titulado Juegos gráficos
musicales, fue presentado el pasado lunes por su autor, Jesús Villa-Rojo en el Instituto Alemán
de Cultura. Carmelo Bernaola, amigo y compañero de Villa-Rojo “por partida doble”
–como compositor y como clarinetista- analizó el contenido de la obra y sus diversas
significaciones, en una intervención sin retórica, pero demostrativa de un conocimiento
serio de la problemática abordada por Villa-Rojo.
La interesante personalidad de este compositor (Brihuega, 1940), en sus dimensiones
de intérprete, pedagogo y creador, la decide el hecho de que en los tres casos adopta
una actitud de investigación contraria a todo conformismo. Villa-Rojo había publicado,
hace unos años, un tratado de clarinete en el que incorporó cuantas posibilidades técnicas
había practicado y, a veces, descubierto por sí mismo. Ahora completa el empeño con
Juegos gráficos musicales (excelentemente editada por Alpuerto, gracias al patrocinio de la
Diputación de Guadalajara), pues la problemática composicional –en sus aspectos ideológico,
gráfico y expresivo- aparece conectada con mucho de lo expuesto en el tratado instrumental.
Busca Villa-Rojo una triple utilidad de sus Juegos: como instrumento precioso en las
aulas de composición, formas, musicología, estética, instrumentación e interpretación;
como sólido apoyo en cursos y seminarios, específicamente dedicados a la música actual;
como colección de obras de valor musical autónomo. Renueva así Villa-Rojo los usos
tradicionales, tanto prácticos y teórico, de los viejos tratados, expresión de un repertorio
ideológico muy distinto –como es lógico— al de Villa-Rojo, pero que presentan análogas
posibilidades de sistematización.
Juegos gráficos-musicales, vienen a funcionar como una introducción a la música de hoy,
si entendemos el término introducción más como penetración; incursión que como mera
antesala u obertura. Si los puntos de vista villarojianos ayudan a entender, el fenómeno
sonoro, en su más pura consideración, o justifican las innovaciones técnicas como resultado
de unos planteamientos ideológicos, no se detienen ante cuestiones de calado estético:
el estudio de la conjunción espacio-tiempo, dentro de límites estrictamente musicales que
no presuponen implicación cientifista alguna o a la libertad de unas estructuras o unos
Materiales sonoros que hace del intérprete un creador protagonista de las obras.
Desde una intención lúdica y unos criterios no por abiertos medios estructurales, los
resultados sonoros de sus planteamientos grafistas, se mueven dentro de una abstracción
sonora nada sensitiva, que rehúye el halago auditivo”.
Enrique Franco El País
Madrid, 21 de abril de 1982,-
Interesantes problemas se suscitan con el examen y lectura de este trabajo, que estudia fundamentalmente nuevos métodos de grafía o notación musical y formas en que estos pueden ser aplicados. Necesidad surgida alrededor de los años cincuenta de este siglo, en los que comienza el período de la gran transformación de la partitura.
Se trataba de expresar de manera más ciara el contenido del formato clásico, con lo que se abren ante el compositor en este campo una amplia serie de posibilidades creativas. Las finalidades esenciales son varias: a) proporcionar una más fácil y comprensible idea del contenido para su exposición interpretativa (muy en primer lugar); b) sintetización plástica de una obra escrita en notación tradicional a fin de resaltar sus caracteres más importantes; c) clarificación de ciertos aspectos para hacerlos más visibles; d) resumir esquemáticamente, de manera total o parcial, la partitura para permitir una apreciación panorámica de lo que en ella existe.
Se plantean muy importantes cuestiones por lo que respecta a la valoración de los distintos parámetros musicales y se da especial relieve al aspecto tímbrico, buscándose reflejar la constante variación de los elementos sonoros apenas audibles en el transcurrir temporal.
En definitiva, plantear también una neta aleatoriedad, de forma tal que el intérprete intervenga como cocreador de la composición al tiempo que la vierte en sonidos. Nada nuevo, después de todo, aunque se plantee de manera más virulenta, ya que la relación creador-intérprete ha sido siempre más o menos la misma: aquél proporciona a éste bases, pero deja una serie de aspectos «incontrolados» que han de ser llenados creativamente.
Los nuevos signos, la nueva grafía, que huye por tanto de los signos de notación tradicional (el pentagrama y las notas convencionales), que constituye una de tantas posibles, aparece constituida por una serie indeterminada e infinita de signos de otro tipo, algunos de los cuales son recogidos y explicados por Villa-Rojo.
Las partituras así construidas poseen, no cabe dudarlo, una belleza plástica insólita, que tiene no poco de geométrico. En resumen, el trabajo de Villa-Rojo tiene diversas utilidades: pedagógica, información en cuanto a nuevos aspectos creativos, utilización en concierto de las piezas incluidas y, en general, como pieza importante en el estudio de la evolución musical y los problemas de la creación de las artes”.
A.R., El Socialista.
Madrid, julio de 1982.-
“Dirigido por Jesús Villa-Rojo, nos deparó una oportunidad de oro para acercarnos a los umbrales de ese mundo de sonoridades inéditas y cuyas fronteras resultan expansibles hasta el infinito. Durante la sesión vivimos la experiencia del inmenso espectro de posibilidades que encierra.
Un público fiel, en actitud de acogida y aprendizaje, supo apreciar las intenciones y realizaciones de quienes transitan por los tortuosos caminos de la música de vanguardia. Bajo el epígrafe “Transformación de la partitura” se ocultaba el contenido de un programa que respondía a las exigencias de la más palpitante actualidad musical. Esa música que sorprende no solamente por su concepción intrínseca sino también por su peculiar realización. Esos sonidos obtenidos desde las instancias más inesperadas e inverosímiles, con un simple golpear de los nudillos de los dedos sobre la cobertura del piano o pulsando sus cuerdas en lugar de percutir sus teclas, tienen mucho de novedad y encierran nuevos horizontes en los que la indagación y la autonomía del compositor juega un papel definitivo. Todo eso pertenece al sorprendente mundo de la música interpretada por los componentes del Laboratorio de Interpretación Musical que actuó el miércoles pasado en la Quincena Musical”.
Francisco Esnaola, El Diario Vasco.
San Sebastián, 23 de agosto de 1985.-
“La evolución musical del siglo XX y también la variedad de tendencias han producido, como sabemos, novedades en la grafía. Existen algunos repertorios de grafías modernas. El más extenso es el de Karkoschka Das Schriftbild der neuen Musik, de 1966; el libro de Ana María Locatellí La notación de la música contemporánea (1973) tiene aspectos muy interesantes; lo mismo puede decirse del de Hugo Colé (1874). Hay otros muchos trabajos de recopilación, más o menos útiles. Pero no son tan abundantes los dedicados a la enseñanza de la lectura en partitura de los nuevos signos.
Jesús Villa-Rojo se enfrenta al problema de la manera más eficaz y práctica: la de los ejercicios de lectura y solfeo, distribuyendo la materia según los aspectos de cada notación: los valores, las alturas, los ritmos, el tempo. Así, las primeras lecciones van dedicadas —muy pedagógicamente— a examinar el cambio constante de compases, la minuciosidad en la notación de valores y silencios, la transgresión de las barras de compás por las figuraciones, y la supresión de dichas barras. Los demás campos de atención se han graduado y subdividido igualmente con una claridad didáctica ejemplar.
Yo recomendaría este importante cuaderno a todos los estudiantes de música sin excepción. Pero también a muchos intérpretes profesionales que dicen despectivamente “no entender” las grafías actuales. En primer lugar, todas esas grafías se entienden bien a poca atención y buena voluntad que se ponga. En segundo lugar, en la música actual sólo aparecen, esporádicamente, algunas de esas notaciones, generalmente incorporadas a contextos normales. Y en tercer lugar, muchas de estas notaciones tienen ya más de medio siglo, y no parece decente que un músico las ignore. Todavía puede decirse algo más (que ya he señalado en otra ocasión): que algunas de estas grafías son más ideográficas que las tradicionales, de manera que se comprenden más fácilmente. Por esa razón, podrían echar un vistazo a estas páginas todos los aficionados a la música, muchos de los cuales tienen una especie de terror sacral ante las partituras contemporáneas (aun sin haberlas visto). Tras de hojear esta Lectura musical se familiarizarán en seguida con ellas”.
Ramón Barce, Ritmo.
Madrid, febrero de 1989
“Como compositor, como gran clarinetista internacional, como organizador de múltiples actividades y como pedagogo, Jesús Villa-Rojo es una de las grandes figuras de la música española actual. Por ello nada más justo que el homenaje que su natal Brihuega le acaba de rendir con motivo de su 50 aniversario.
Un concierto monográfico en la bella iglesia de san Felipe Neri abarrotada de un público entusiasta que aclamó con justicia a su ilustre paisano, que actuó como intérprete de sus propias obras dirigiendo al LIM, ese grupo que fundara en 1975 y que tan fundamental ha sido en la reciente música española.
Tres obras ya conocidas, “Recordando a Bartok”, “Recordando a Falla” y “Diverimento I”, encuadraban un estreno absoluto escrito para esta jornada por encargo del Ayuntamiento briocense. De éstas, las dos primeras son profundas reflexiones dialécticas sobre la música del inmediato pasado filtrada por una sensibilidad muy personal, mientras el “Divertimiento” se inserta en la línea experimental e investigadora de Villa-Rojo.
El estreno apuntaba al pasado lejano, pues las “Glosas a Sebastián Durón” aludían a este gran compositor del XVII que también nació en Brihuega. Se trata de una obra con una traslación de la escenografía sonora barroca a la música de hoy. Original, atractiva y brillante, la obra fue aclamada con justicia y recibió una gran interpretación por parte de los miembros del LIM.
El acto fue prologado por el crítico Leopoldo Hontañón y concluyó con la entrega al compositor por parte del alcalde Jesús Simón de una placa conmemorativa. Este homenaje local tiene un valor internacional por la valía de Villa-Rojo y el reconocimiento de su lugar de origen. Y es que, y lo dice un pobre madrileño, no hay como ser de pueblo”.
Tomás Marco, Diario 16.
Madrid, 28 de julio de 1990.-
“La primera de las obras de encargo que la Orquesta Nacional estrena esta temporada
en el Auditorio Nacional de Madrid es el «Pasodoble» de Jesús Villa-Rojo, clarinetista,
director del ya venerable Laboratorio de Interpretación Musical y compositor. La partitura,
muy bien tocada por la Orquesta Nacional de España e interpretada con inteligencia
y musicalidad por el maestro Zumalave, mereció de sobra el sostenido aplauso que
cosechó,
Especialmente logrado está el segundo movimiento, una especie de cadencia
andaluza congelada, y el cuarto con su hermoso melodismo confiado al corno inglés y a la
flauta en Sol. Los movimientos impares, por su parte, recrean el brillo rítmico del pasodoble
pero Villa-Rojo detiene en ellos el curso armónico habitual de esta danza, un poco a la
manera de Ravel en el «Bolero», reduciéndolo a un acorde único, para dejar en primer
término la lógica del timbre y de las densidades. No se trata, por tanto, de un pasodoble
modernizado sino de una obra de creación, absolutamente personal, que utiliza para sus
propios fines los mimbres del pasodoble”.
Alvaro Guibert, Diario 16.
Madrid, 17 de noviembre de 1992
“La Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha ha organizado un concierto monográfico con obras del compositor alcarreño Jesús Villa-Rojo,, que se está ofreciendo por cinco ciudades de la Comunidad; la gira se inició anteayer en Toledo y terminará el martes en Guadalajara, habiendo pasado por Ciudad Real, Valdepeñas (en la noche de hoy) y Cuenca. Pero el homenaje es doble, porque dos de las partituras de Villa-Rojo que se han escogido se refieren a Federico García Lorca, con la voluntad de dirigir también el homenaje hacia el gran poeta andaluz, presente siempre y omnipresente durante este año del centenario.
El «Concierto para violonchelo y orquesta», la versión orquestal (que constituye estreno absoluto) del «Cantar con Federico» -cuatro canciones con texto de Lorca que Villa-Rojo había escrito en 1986 para la inusual combinación de voz y flauta y que ha orquestado recientemente-, el «Septeto» y el «Pasodoble» para gran orquesta, constituyen un programa variado, atractivo y que retrata bien al compositor: hay música de cámara, sinfónica, concertante y vocal, no cabe más amplio abanico en cuatro obras. Se ha contado además con un excelente plantel de intérpretes: el violonchelista bilbaíno Asier Polo, la mezzosoprano bonaerense Soraya Chaves, la Orquesta de Córdoba y el maestro, tinerfeño Gregorio Gutiérrez;
El «Concierto» es una obra excelente, muy bien escrita para el violonchelo y para la orquesta, donde todo se escucha con claridad y da una suma del mayor atractivo sonoro. Asier Polo fue un solista de lujo, con calidad sonora sobresaliente y tan dominada «la letra» que pudo dedicarse a sacar a la luz los mejores acentos líricos y expresivos que la partitura ofrece aquí y allá. Por su parte; Soraya Chaves cantó con buena voz y buscó los acentos poéticos y expresivos del texto y de la música, encontrándolos en su más alto grado en la hermosa tercera canción del ciclo. La. Orquesta de Córdoba es un conjunto que suena muy bien y trabaja con admirable profesionalidad. La clase individual de sus componentes no fue explícita solamente en el «Septeto», si no en tantos momentos concretos del concierto y afectando también a otros solistas del conjunto.
Con estos mimbres, Gregorio Gutiérrez hizo un cesto precioso. Acompañó con musicalidad y gran cuidado sonoro a los solistas. Dirigió también el «Septeto», aunque declinó saludar para que los instrumentistas recogieran todos los aplausos y, finalmente, puso «chispa», además de rigor, en el peculiar «Pasodoble» sinfónico que los versos de Lorca inspiraron a Jesús Villa-Rojo.
Hablamos del primero de los conciertos de la gira, en el maravilloso Museo de la Santa Cruz toledano que se llenó de un público que premió a todos con largas ovaciones, especialmente intensas cuando, al final, Gregorio Gutiérrez sacó al escenario al maestro Villa-Rojo”.
José Luis García del Busto, ABC.
Madrid, 12 de septiembre de 1998.-
“Al empezar a escuchar el Concierto nº 2, uno tiene la impresión de estar, con perdón, ante un concierto como Dios manda, y, desde luego, el nombre de Villa-Rojo no es el primero que vendría a la mente de cualquiera que se enfrentara a la audición de esta obra. Pasada la sorpresa inicial, hacia los tres minutos, ya parece que entremos en un universo sonoro distinto del que intuíamos, al principio; Nada de eso, al ir profundizando en la audición percibimos una gran solidez compositiva que parte del solista, tratado como elemento que genera el devenir de la obra. Es decir, el violonchelo gobierna la obra, y sus posibilidades técnicas y expresivas hacen que la composición vaya desarrollándose. No es poco beneficio para este Concierto nº 2 contar con una interpretación tan brillante como la de Asier Polo, un músico que ya ha dejado, de ser promesa y que es uno de los más destacados chelistas de la actualidad. Más meditada que obsesiva es Passacaglia y Cante, obra tan evocadora como sorprendente cuya estructura se basa en el propio material temático, un material brevísimo de tan esencial. En un ámbito similar se sitúa el posterior Cantar con Federico, aunque aquí Villa-Rojo se muestra más colorista y, sobre todo, más lírico. El compacto termina con Septeto, una obra que viene a sintetizar el virtuosismo brillante del Concierto nº 2, la esencialidad de Passacaglia y Cante, y el colorismo de Cantar con Federico. Gutiérrez dirige el programa con esmero y subrayando lo que de expresivo subyace o se apunta en estas obras”.El «Concierto para violonchelo y orquesta», la versión orquestal (que constituye estreno absoluto) del «Cantar con Federico» -cuatro canciones con texto de Lorca que Villa-Rojo había escrito en 1986 para la inusual combinación de voz y flauta y que ha orquestado recientemente-, el «Septeto» y el «Pasodoble» para gran orquesta, constituyen un programa variado, atractivo y que retrata bien al compositor: hay música de cámara, sinfónica, concertante y vocal, no cabe más amplio abanico en cuatro obras. Se ha contado además con un excelente plantel de intérpretes: el violonchelista bilbaíno Asier Polo, la mezzosoprano bonaerense Soraya Chaves, la Orquesta de Córdoba y el maestro, tinerfeño Gregorio Gutiérrez;
El «Concierto» es una obra excelente, muy bien escrita para el violonchelo y para la orquesta, donde todo se escucha con claridad y da una suma del mayor atractivo sonoro. Asier Polo fue un solista de lujo, con calidad sonora sobresaliente y tan dominada «la letra» que pudo dedicarse a sacar a la luz los mejores acentos líricos y expresivos que la partitura ofrece aquí y allá. Por su parte; Soraya Chaves cantó con buena voz y buscó los acentos poéticos y expresivos del texto y de la música, encontrándolos en su más alto grado en la hermosa tercera canción del ciclo. La. Orquesta de Córdoba es un conjunto que suena muy bien y trabaja con admirable profesionalidad. La clase individual de sus componentes no fue explícita solamente en el «Septeto», si no en tantos momentos concretos del concierto y afectando también a otros solistas del conjunto.
Con estos mimbres, Gregorio Gutiérrez hizo un cesto precioso. Acompañó con musicalidad y gran cuidado sonoro a los solistas. Dirigió también el «Septeto», aunque declinó saludar para que los instrumentistas recogieran todos los aplausos y, finalmente, puso «chispa», además de rigor, en el peculiar «Pasodoble» sinfónico que los versos de Lorca inspiraron a Jesús Villa-Rojo.
Hablamos del primero de los conciertos de la gira, en el maravilloso Museo de la Santa Cruz toledano que se llenó de un público que premió a todos con largas ovaciones, especialmente intensas cuando, al final, Gregorio Gutiérrez sacó al escenario al maestro Villa-Rojo”.
Josep Pascual, Scherzo.
Madrid, mayo de 2000.-
“Música conceptualmente segura, de acabado perfecto y de escucha apasionante. ¿Puede pedirse más a unas partituras fechadas ayer mismo? Villa-Rojo es músico de instinto y de lucidez fuera de lo común, y tras esta selección se esconde una propuesta del más alto valor artístico. Palabras mayores. Piezas todas ellas, aunque quizá sobre todo el Concierto para violonchelo, que había de tú a lo mejor que el género ha dado en el siglo XX entre nosotros. Llamadas a perdurar, porque, sólidas como pocas, responden a un pensamiento musical entroncado en la tradición (en el más inteligente de los sentidos) pero profundamente nuevo. Es música revolucionaria -si cabe recuperar término tan manido-, enfundada en piel de cordero. De las, contadas, que han sabido salir por sí mismas, y sin renunciar a nada, triunfantes del “impasse” en que los fantasmas de las vanguardias tienen sumida a la creación actual. Además, está primorosamente interpretada”.El «Concierto» es una obra excelente, muy bien escrita para el violonchelo y para la orquesta, donde todo se escucha con claridad y da una suma del mayor atractivo sonoro. Asier Polo fue un solista de lujo, con calidad sonora sobresaliente y tan dominada «la letra» que pudo dedicarse a sacar a la luz los mejores acentos líricos y expresivos que la partitura ofrece aquí y allá. Por su parte; Soraya Chaves cantó con buena voz y buscó los acentos poéticos y expresivos del texto y de la música, encontrándolos en su más alto grado en la hermosa tercera canción del ciclo. La. Orquesta de Córdoba es un conjunto que suena muy bien y trabaja con admirable profesionalidad. La clase individual de sus componentes no fue explícita solamente en el «Septeto», si no en tantos momentos concretos del concierto y afectando también a otros solistas del conjunto.
Con estos mimbres, Gregorio Gutiérrez hizo un cesto precioso. Acompañó con musicalidad y gran cuidado sonoro a los solistas. Dirigió también el «Septeto», aunque declinó saludar para que los instrumentistas recogieran todos los aplausos y, finalmente, puso «chispa», además de rigor, en el peculiar «Pasodoble» sinfónico que los versos de Lorca inspiraron a Jesús Villa-Rojo.
Hablamos del primero de los conciertos de la gira, en el maravilloso Museo de la Santa Cruz toledano que se llenó de un público que premió a todos con largas ovaciones, especialmente intensas cuando, al final, Gregorio Gutiérrez sacó al escenario al maestro Villa-Rojo”.
Carlos Villasol, Ritmo.
Madrid, junio de 2000.-
“El nuevo quinteto de Jesús Villa-Rojo, encargo del Festival, es una hermosa obra, sobre todo en su adagio, de severo lirismo. El ir junto a Mozart en el mismo género, y quedar bien, no es ninguna broma. Los intérpretes pusieron el mismo entusiasmo en el estreno que en los clásicos. La estructura es muy firme, y perfecto el equilibrio entre el instrumento de viento y los de cuerda. Villa-Rojo, que tanto ha experimentado con el clarinete, lo reduce aquí a sus recursos naturales y musicales, sin agresividad de ninguna clase. No se trata de un retorno, sino, quizá, de la justa duda sobre la fidelidad a una vanguardia envejecida. El autor obtuvo un claro y sincero triunfo personal”.
Con estos mimbres, Gregorio Gutiérrez hizo un cesto precioso. Acompañó con musicalidad y gran cuidado sonoro a los solistas. Dirigió también el «Septeto», aunque declinó saludar para que los instrumentistas recogieran todos los aplausos y, finalmente, puso «chispa», además de rigor, en el peculiar «Pasodoble» sinfónico que los versos de Lorca inspiraron a Jesús Villa-Rojo.
Hablamos del primero de los conciertos de la gira, en el maravilloso Museo de la Santa Cruz toledano que se llenó de un público que premió a todos con largas ovaciones, especialmente intensas cuando, al final, Gregorio Gutiérrez sacó al escenario al maestro Villa-Rojo”.
Carlos Gómez Amat, El Mundo.
Madrid, 21 de agosto de 2001.-
“Cuarteto Parisii, con el clarinetista de Lujbiana Darko Brlek, y en el mismo claustro catedralicio, estrenaron el quinteto de Jesús Villa-Rojo como homenaje en su 60” aniversario. Intérprete y estudioso del clarinete y músico completo con estupenda hoja internacional de servicios, Jesús .Villa-Rojo ha mostrado a lo largo de su carrera una decidida inclinación italianista. Discípulo de Petrassi y miembro de Nuova Consonanza, el compositor de Brihuega ha escrito para Santander un tríptico que por sí solo demostraría su madurez en todos los órdenes, pero sobre todo en la serena creatividad de una música de soberbia traza camerística que sabe mucho de las largas experiencias históricas, desde las de Haydn hasta las investigaciones fonológicas contemporáneas. Si la versión a lo largo de la magnífica impostación del clarinete en el mundo de los arcos, puede calificarse como de primer orden, quiere decirse que respondió con fidelidad a los méritos de la nueva página de Villa-Rojo”.
Con estos mimbres, Gregorio Gutiérrez hizo un cesto precioso. Acompañó con musicalidad y gran cuidado sonoro a los solistas. Dirigió también el «Septeto», aunque declinó saludar para que los instrumentistas recogieran todos los aplausos y, finalmente, puso «chispa», además de rigor, en el peculiar «Pasodoble» sinfónico que los versos de Lorca inspiraron a Jesús Villa-Rojo.
Hablamos del primero de los conciertos de la gira, en el maravilloso Museo de la Santa Cruz toledano que se llenó de un público que premió a todos con largas ovaciones, especialmente intensas cuando, al final, Gregorio Gutiérrez sacó al escenario al maestro Villa-Rojo”.
Enrique Franco, El País.
Madrid, 25 de agosto de 2001.-
“De las citas de esta XII edición del Festival de Toledo destacaba, sin duda, el monográfico dedicado a uno de los más interesantes compositores españoles del presente: Jesús Villa-Rojo (Brihuega, 1940). Un compositor cuya fecha de nacimiento significa la mala suerte de estar entre dos generaciones muy brillantes pero al que la calidad de su obra debiera
salvar de sobra de cualquier tierra de nadie. El concierto toledano presentaba el estreno de dos creaciones de diferente factura pero muy de su autor en los dos casos, dotadas de esa calidez comunicativa que caracteriza sus piezas de los últimos años.
Serenata es una joyita, una preciosidad para orquesta de cuerda —con un uso habilísimo de los divisi— que remite al oyente inevitablemente a cierto repertorio centroeuropeo —Bartók, Kodály, Suk— escrito para esa formación, y de la que uno se enamora a primera vista. Estupenda la Orquesta de Cámara Reina Sofía a las órdenes de Nicolás Chumachenko.
De la frescura de la Serenata pasamos al dramatismo de Expresiones, para violonchelo solo, que trata de hacer al instrumento traductor, nada menos, que de la experiencia mística. Asier Polo, con esa dedicación suya tan cordial hacia lo que le provoca, estuvo sensacional en el estreno, sacándole todo su partido a una partitura muy exigente. Y lo mismo en Concierto-2, una de las obras grandes de Villa-Rojo aunque se nos sirviera en la llamada “versión B”, con orquesta de sólo cuerdas. Hansjörg Schellenberger fue otro lujo como solista para el precioso Concierto plateresco, en el que su autor hace guiños a tantas cosas, las lleva y las trae con una naturalidad fascinante”.Con estos mimbres, Gregorio Gutiérrez hizo un cesto precioso. Acompañó con musicalidad y gran cuidado sonoro a los solistas. Dirigió también el «Septeto», aunque declinó saludar para que los instrumentistas recogieran todos los aplausos y, finalmente, puso «chispa», además de rigor, en el peculiar «Pasodoble» sinfónico que los versos de Lorca inspiraron a Jesús Villa-Rojo.
Hablamos del primero de los conciertos de la gira, en el maravilloso Museo de la Santa Cruz toledano que se llenó de un público que premió a todos con largas ovaciones, especialmente intensas cuando, al final, Gregorio Gutiérrez sacó al escenario al maestro Villa-Rojo”.